GILLIGAN, Carol, In a different voice, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts and London, 1993
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Carol Gilligan (1936- ) es una psicóloga estadounidense, profesora de estudios de género en Harvard y feminista, conocida sobre todo por el libro que reseñamos ahora: In a different voice: psychological theory and women's development, publicado en 1982. Argumentando desde la psicología educativa, Gilligan propone lo que llama ética del cuidado (ethics of care). Basándose en numerosas entrevistas realizadas por ella misma, concluye que la formación moral que reciben las mujeres desde niñas y su correspondiente visión de la realidad, está deformada por prejuicios educativos, que toman la experiencia masculina como prototipo y punto de referencia. El enfoque masculino de la moral sería la norma, y el femenino, su forma inmadura o desviada. Expone su tesis rebatiendo, con pruebas y argumentos contundentes, las posturas de insignes psicólogos, como su mismo profesor de Harvard Lawrence Kohlberg (1927-1987), el suizo Jean Piaget (1896-1980) y, por supuesto, Sigmund Freud.
La teoría de Gilligan ha tenido notable éxito e influencia sobre todo en ámbito anglosajón, dando lugar a multitud de estudios y ensayos divulgativos. Ha calado sobre todo en el área profesional del care, nunca mejor dicho. Como es sabido, este término inglés alude —mucho más que ‘cuidado’ en español— a ese conjunto de profesiones caracterizadas por el servicio a la persona concreta, y desempeñadas normalmente por mujeres: enfermería, hostelería, educación primaria, empleadas del hogar, etc. Las reflexiones de Gilligan sacan a la luz con fuerza inusitada, no sólo la riqueza y complejidad humana de estas tareas, sino su dimensión profesional, es decir, su virtualidad para configurar la sociedad. Ponen de manifiesto exigencias inéditas de justicia y plantean cambios profundos en la educación a todos los niveles. Por ejemplo, la obra de Gilligan es considerada en Estados Unidos punto de referencia de la educación diferenciada, lo cual es notable tratándose de una autora netamente feminista, nada sospechosa de tradicionalismo.
El libro, por desgracia es poco conocido en España (país desde donde escribo). En inglés es fácil de adquirirlo por Internet. Hay una traducción al castellano, difícil de conseguir, con el título La moral y la teoría: la psicología del desarrollo femenino, FCE, México 1985.
Resumiré a continuación su contenido y destacaré los que, a mi juicio, son sus principales aciertos y sus deficiencias.
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En esta síntesis me limito a las dos ideas fundamentales del libro; una exposición más detallada de su contenido puede encontrarse en otros sitios de la Red, por ejemplo en Mónica Esteve, Contraste entre dos perspectivas más allá de la ética de la justicia.
Estas dos ideas son:
a) Discernimiento entre Ética de la justicia y Ética del cuidado y
b) Análisis del juicio moral femenino tomando pie del conflicto del aborto.
Discernimiento entre Ética de la justicia y Ética del cuidado
Las reflexiones de Gilligan se mueven en el ámbito de la psicología experimental de la educación y, concretamente, de la educación moral. Ciñéndose a este campo de estudio y a este método, la autora se abstiene de teorizar sobre materias tentadoramente cercanas, como sociología, ética filosófica, psicoanálisis o política, lo cual demuestra notable honradez científica.
El punto de partida son los estudios de Lawrence Kohlberg, en los que ella misma había colaborado. Este profesor estableció seis niveles o estadios de desarrollo moral, según las motivaciones y principios que guían la conducta. Van desde el temor al castigo y la obediencia irreflexiva (estadio 1) a la actuación en conciencia según principios éticos universales (estadio 6). Las niñas, según Kohlberg, no suelen alcanzar este último nivel, sino que actúan en función del juicio y apreciación de los demás, es decir, se quedan en una moral condicionada por las relaciones humanas (estadio 3), lo cual sería signo de flaqueza moral de la mujer.
Frente a esta postura, calificada por Gilligan como androcéntrica, ella sostiene que una mayor implicación en las relaciones humanas, lejos de denotar inmadurez, representa un enfoque distinto —a different voice— de los conflictos morales, necesario y enriquecedor. Esta perspectiva, la de la Ética del cuidado (ethics of care) debería integrarse con la Ética de la justicia, la de los principios abstractos y reglas universales, pues ambas se complementan.
Análisis del juicio moral femenino a propósito del aborto
Como ilustración practica de lo anterior Gilligan propone un conflicto moral paradigmático, en el que la mujer se enfrenta a sí misma y se cuestiona sus principios morales. El aborto, en efecto, interpela la conciencia de la mujer de modo absolutamente distinto y más intenso que en el varón.
Para su estudio entrevista a mujeres de diversas edades que se plantean abortar, o que ya han decidido sobre ello, prosiguiendo el embarazo o interrumpiéndolo.
En este punto la autora pretende adoptar una postura deliberadamente neutral respecto a la moralidad del aborto, pues le interesa ante todo indagar la experiencia de las mujeres entrevistadas y registrar sus argumentaciones.
Según Gilligan, conflictos como este hacen madurar la conciencia moral de la mujer, llevándola desde una vivencia subjetiva e individualista hasta una postura responsable y realista, que se hace cargo de todas las personas y circunstancias implicadas, y ello con independencia de cuál sea su decisión final acerca del aborto.
En otras palabras, el care reclama en un primer momento a la mujer que se sacrifique a sí misma en favor de la vida del hijo, pero poco a poco ella va considerando otros elementos de juicio, que deberá tener en cuenta en su decisión: el cuidado de sí misma, las necesidades de los demás, la atención de los otros. La decisión brota así de un care maduro y socialmente responsable.
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Como ya he apuntado, el libro aporta algunas ideas muy interesantes y positivas:
—Su principal acierto tal vez sea presentar el care como un enfoque ético necesario y complementario a la ética de la justicia. Da en el clavo, a mi juicio, al denunciar la tendencia inveterada, de corte típicamente ilustrado, de tomar la experiencia moral masculina como patrón hermenéutico, lo que oscurece el genio femenino y conduce a múltiples injusticias y prejuicios, en especial en el terreno de la educación.
—También invita a pensar la moral y la psicología en función del “otro concreto” y no del “otro generalizado” —en palabras de Seyla Benhabib, seguidora de Gilligan —. Hacerse cargo de la experiencia femenina implica, en efecto, considerar la existencia encarnada de la persona, con sus lazos afectivos, sus compromisos, su vocación, y su drama, lo cual conviene no sólo a la mujer, sino también al varón.
—Su principal acierto tal vez sea presentar el care como un enfoque ético necesario y complementario a la ética de la justicia. Da en el clavo, a mi juicio, al denunciar la tendencia inveterada, de corte típicamente ilustrado, de tomar la experiencia moral masculina como patrón hermenéutico, lo que oscurece el genio femenino y conduce a múltiples injusticias y prejuicios, en especial en el terreno de la educación.
—También invita a pensar la moral y la psicología en función del “otro concreto” y no del “otro generalizado” —en palabras de Seyla Benhabib, seguidora de Gilligan —. Hacerse cargo de la experiencia femenina implica, en efecto, considerar la existencia encarnada de la persona, con sus lazos afectivos, sus compromisos, su vocación, y su drama, lo cual conviene no sólo a la mujer, sino también al varón.
—Al emplear la palabra voz (voice) para caracterizar la diferencia entre varón y mujer, Gilligan apunta implícitamente hacia lo que otros llaman, en discurso propiamente filosófico, persona (Julián Marías, Blanca Castilla). La persona femenina, en efecto, comparte la naturaleza humana con el varón pero su voz “suena” y “dice” el mundo de modo diferente y complementario. No es extraño, por eso, que algunos tachen de esencialista a Gilligan lo cual, bien mirado, confirma el acierto de su intuición (si las realidades tienen una esencia inteligible, ¿por qué va a ser esencialismo el reconocerlo?).
—Explica de modo convincente cómo el interés por el cuidado pasa de ser una experiencia subjetiva y más o menos sentimental de la mujer, a una actitud moral seria, valiosa para todos, hombres y mujeres, y que debería configurar las relaciones sociales. El care trasciende así el ámbito de lo que Gilligan llama morality (estándar de conducta correcta, p.65) para constituirse en ethics, principios éticos de validez universal.
—Combina admirablemente la tradición feminista, de la cual forma parte, con una antropología realista, superando así el sociologismo y el psicologismo, que suelen encorsetar los estudios de género (cfr prefacio p. xix).
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Debo hacer, sin embargo, algunas observaciones críticas:
Su concepto de moral es el de la tradición nominalista, que enlaza a Ockham con Hobbes, y que caracteriza la cultura liberal moderna. Moral, en este sentido, equivale a conjunto de obligaciones frente a las cuales mi conciencia decide libremente. O, en palabras de Gilligan:
«The essence of moral decision is the exercise of choice and the willingness to accept responsability for that choice», p. 67.
No es de extrañar, pues, que la cuestión del aborto se plantee en términos de choice, es decir, como un conflicto entre normas sociales y decisión de conciencia, y no como una apertura a la verdad, accesible mediante el entendimiento práctico.
Bien es verdad que también emplea el término ética, por ejemplo en la expresión ethic of care (pp. xix, 30, 73, 74, 109, 126, 135, 164, 171, 173) en el sentido de cierta lógica o principio universal que debe regir el obrar concreto, pero su distinción respecto a la morality no resulta convincente. Bien planteada al comienzo del libro, la ética de Gilligan se diluye después en disquisiciones psicológicas, quizá por falta de rigor filosófico en la autora, o por ceder a prejuicios ideológicos, o tal vez por ambas cosas.
De hecho los argumentos de las mujeres entrevistadas por Gilligan a propósito del aborto, y también los suyos propios, acaban dejando fuera lo esencial del care, que es la vida humana menesterosa, con lo cual se pierde por el camino el verdadero quid de la cuestión. Una ética que no defiende la vida es una ética plegada a las convenciones sociales, una ethic devorada por la morality. Y una ética así ¿para qué sirve?
PPR
Mil gracias. Acá en Chile no está el libro electrónico disponible. T u resumen será de gran ayuda mientras lo consigo. Es pa ra mi tesis de Magíster.
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