sábado, 23 de julio de 2011

Manuel GARCÍA MORENTE, Ensayo sobre la vida privada


Manuel GARCÍA MORENTE, Ensayo sobre la vida privada, Excerpta philosophica 4, Facultad de filosofía Universidad Complutense, 2ª ed., Madrid 1992. (También publicado en Ediciones Encuentro, 2001)

García Morente (1986-42), el insigne filósofo de la escuela de Madrid, se ocupa en este breve estudio del trato personal, la amistad, el amor, la soledad y el ensimismamiento creativo. Todo ello lo engloba bajo el término de “vida privada” y lo contrapone a lo que llama “vida pública”, es decir, al trato más o menos formal de las relaciones sociales.

Ya en esta confrontación y terminología se insinúa el principal defecto de la obra.

En primer lugar, nos parece inexacto llamar “vida privada” a estos aspectos de la existencia marcados por la intimidad personal, y que habría que llamar más bien “vida íntima” o “relaciones personales”. La amistad, con todos sus matices y variedades, es ciertamente un fenómeno de la vida privada, pero no toda “vida privada” tiene esta riqueza y profundidad. Basta pensar en los actuales reality shows televisivos, donde la privacy es sinónimo de ramplonería y vulgaridad. No estamos de acuerdo, pues, con afirmaciones del tipo: «Cuanto más privada es nuestra vida, más auténtica y verdadera es; más nuestra, más propia, inconfundible y única» (p. 35). Privacidad no es, en absoluto, sinónimo de intimidad.

Más inexacto aún nos parece la afirmación de que «En la relación pública el hombre no es persona, sino cosa», (p. 29), y por tanto el trato social es esencialmente “despersonalizado”, carente de significado humano: “(una) costra exterior de formas fijas, de conducta estereotipadas, de cosas naturales, en suma (biológicas y sociales), que envuelven la auténtica persona libre» (p. 25). No habría que esperar, por tanto, ningún enriquecimiento personal de este ámbito de la vida; sólo recurriríamos a él por razones estrictamente utilitarias.

En esta exagerada dicotomía entre lo público y lo privado, que en algunos puntos raya lo grotesco, Morente se demuestra deudor de la antropología ilustrada, de corte dualista. Una naturaleza cosificada, reducida a objeto empírico, se contrapone a un sujeto intimista y desencarnado. La naturaleza sería aquí esa costra del trato público, que recubre y oculta a la persona, agazapada en ella.

Desconectando ambos órdenes, lo personal de lo social, lo íntimo de lo comunitario, Morente los desnaturaliza y empobrece. Se proponía con su ensayo ponderar las excelencias de la intimidad, pero a la postre la deforma, cortándole las alas.

En perspectiva doméstica

La tesis de Morente pensamos que no refleja la realidad, sino que denota más bien un exceso de abstracción intelectualista. Pues entre lo público y lo privado existe una continuidad natural, un intercambio incesante y necesario, por el que ambas esferas de la vida se retroalimentan. Entre la casa y la calle, entre hogar y sociedad, se da una saludable ósmosis cuyo fundamento es la persona.

La persona es simultáneamente íntima y social, crece hacia fuera al tiempo que hunde sus raíces dentro de sí; cuanto más se adentra, más se exterioriza, y viceversa. En cambio la dicotomía privado/público ignora este dinamismo espiritual, al menos cuando se formula en sentido rígido y estrecho, como hace Morente.

Esta observación es particularmente oportuna hoy, que se pretende, no sólo encuadrar a la familia en el ámbito privado, sino definirla como realidad eminentemente privada, reducirla a pura privacidad, negándole su proyección social.

Y no es así. La familia, que es lugar por antonomasia de la intimidad personal, es al mismo tiempo sociedad originaria, y también —como dice R. Alvira—, constitutivo y constituyente esencial de toda sociedad humana.

PPR

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