martes, 30 de agosto de 2011

Jesús TRILLO-FIGUEROA, La ideología de género

Jesús TRILLO-FIGUEROA, La ideología de género, Libroslibres, Madrid 2009

El libro de Jesús Trillo es una excelente introducción, lúcida y bien documentada, al feminismo en general y a su actual deriva ideológica en particular, que es la ideología de género. No todo feminismo, lógicamente, ha desembocado en esta postura dogmatizante e inflexible, ni todo pensamiento de género es, necesariamente, un programa de ingeniería social. Pero en la actualidad está claro que el discurso feminista, tan fecundo y variado a lo largo de su historia, ha quedado drásticamente atrapado en los estrechos márgenes de esta doctrina.

Con el eclecticismo típico de la posmodernidad, el género se presenta hoy como un cóctel que combina elementos de lo más dispares: cientifismo naturalista, existencialismo, freudomarxismo, estructuralismo, psicologismo, ecologismo, hedonismo, etc., todo ello con la amable apariencia de neutralidad moral y tolerancia. Sin embargo, una vez asumido por el poder político, puede convertirse peligrosamente en un auténtico programa de adoctrinamiento.

¿Cuál es el origen de esta ideología? ¿Cómo ha logrado influir tanto en los organismos internacionales? ¿Cuáles son sus autores clave, sus obras de referencia, sus fundamentos supuestamente científicos? Todo ello se responde en el libro, con perspectiva histórica y sentido crítico.

Éste se divide en dos partes: en la primera se exponen ordenadamente los fundamentos teóricos de la teoría de género, empezando por la obra de Simone de Beauvoir, siguiendo con el feminismo radical de los 70, la revolución sexual, el freudomarxismo, etc, hasta acabar con la teoría queer y el actual movimiento cyborg. El autor no sólo explica las ideas en su contexto sociopolítico, sino que relata las vicisitudes personales de sus autores, a veces poco coherentes con sus reivindicaciones.

En la segunda parte el autor aborda la puesta en práctica de la ideología: su trascendencia y tratamiento en las organizaciones internacionales, en particular la ONU, su concreción en leyes e instituciones de ámbito nacional, las diversas estrategias políticas y educativas que están en marcha, etc. Paradigma de tales innovaciones es España, que el autor considera principal campo de ensayo de las “políticas de igualdad” (p.175). El libro concluye, por este motivo, con el análisis de algunas leyes españolas recientes sobre educación y salud, cuyas consecuencias están siendo especialmente deletéreas para la familia, el derecho a la vida y la convivencia democrática.

Todas estas críticas se hacen con serenidad y mesura, huyendo de la demagogia política, la descalificación exaltada o el maniqueísmo simplista. No obstante se echa en falta una mirada más amplia y profunda para captar, junto a las sombras de este espeso muro ideológico, los innegables destellos positivos que brillan en él. Ciertamente no es fácil tal criba, pero resulta imprescindible para entablar un verdadero diálogo. Para lograrlo, creo que sería útil hablar más bien de pensamiento de género, como un enfoque que contiene ciertos elementos válidos para analizar los hechos sociales, pero distinguiéndolo netamente de la ideología de género, del todo rechazable por el proyecto de manipulación social que envuelve.

De entre los mencionados destellos positivos sugiero los siguientes:


Algunos aspectos positivos del pensamiento de género

Como se expone en el libro, el concepto de gender es heredero de una larga y compleja tradición feminista, en la que confluyen planteamientos teóricos y posturas políticas diversas, y a veces manifiestamente contrapuestas. Por tanto, como vocablo de las ciencias sociales, género es polisémico e incluso ambiguo; puede interpretarse de varias maneras y a diversos niveles. De ahí que no podamos aceptarlo ni rechazarlo de plano.

A) Para empezar el concepto de género, por discutibles que sean sus connotaciones ideológicas, ha demostrado ser una herramienta técnicamente útil, e incluso imprescindible, en campos como el derecho y la sociología, a fin de analizar y denunciar ciertas estructuras machistas inveteradas en la educación, el trabajo y la familia. Asimismo es indudable que lo que Kate Millet llamaba patriarcado es una realidad, otra cosa son los prejuicios marxistas que limitan su punto de vista y condicionan sus análisis.

B) Aunque muchas feministas se hayan servido de los estudios de género para criticar el trabajo del hogar, tachándolo de herramienta del patriarcado, otras, no menos feministas, se han inspirado en tales estudios para cuestionar la rígida dicotomía privado/publico nacida de la revolución industrial, que atribuía por naturaleza las labores domésticas a la mujer. Denunciando el machismo latente en tal planteamiento, los estudios de género han reavivado, paradójicamente, la conciencia profesional del ama de casa, creando el ambiente cultural propicio para que esta opción pueda elegirse con una libertad personal y una responsabilidad social inéditas en el pasado. Desterrando felizmente el concepto de “sus labores”, se ha dado pie a legislaciones que reconozcan el oficio doméstico como auténtico “trabajo”, en pie de igualdad con los demás. (Un paso histórico en este en este sentido se ha dado en la última conferencia de la OCDE, en junio de 2011)

C) Sin llegar a los extremos de la teoría queer, que sencillamente niega la distinción varón/mujer, es claro que el pensamiento de género ha contribuido a flexibilizar la distribución de tareas en la familia, superando la rígida dicotomía entre breadwinner y housewife y despertando la conciencia de la corresponsabilidad en el trabajo doméstico. Algunos, es verdad, interpretan esta corresponsabilidad como abolición de toda diferencia sexual, tachándola de construcción arbitraria del patriarcado. Pero otros la entienden en perspectiva personalista, que no sólo respeta esta diferencia, sino que la realza y profundiza: compartir responsablemente las tareas de la casa, en cuanto que son lenguaje del hogar, hace al varón más varón y a la mujer más mujer. Así entendida, la corresponsabilidad representa un gran avance social al menos en tres áreas:

1) Ética, porque ahora percibimos con mayor claridad exigencias morales que con el esquema “sus labores” pasaban inadvertidas (obligación de colaborar, intercambiar, participar, aprender, agradecer, etc).

2) Pedagogía, porque la corresponsabilidad implica aprender y enseñar el trabajo doméstico, no sólo por parte de todos los miembros de la familia, sino de la sociedad entera. La alfabetización doméstica, en efecto, se revela hoy como ingrediente imprescindible de la cultura y la educación cívica de cada país, presupuesto para el diálogo y la convivencia auténtica entre hombres y mujeres.

3) Derecho, porque la vida doméstica es la primera escuela de civismo, donde se inculcan valores imprescindibles en todo buen ciudadano, como respeto, responsabilidad, tolerancia y servicio. En esa medida, las tareas compartidas en el hogar inspiran leyes y estructuras justas más allá de él.

D) Partiendo igualmente de los estudios de género, un sector notable del feminismo ha defendido, basándose más en dogmas ideológicos que en pruebas científicas, la superioridad absoluta de la coeducación sobre la educación diferenciada (que ellos llaman segregada). Lo cual ha provocado en algunos países leyes manifiestamente injustas, que coartan la libertad de enseñanza y violan la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos.

Ahora bien, a pesar de la carga ideológica de tales programas y de la manipulación política que envuelven, es innegable que han suscitado un debate no sólo interesante, sino necesario, sobre la diferencia sexual en el campo educativo. Muchos profesores de enseñanza media, en efecto, abocados al difícil reto de educar a chicos y chicas juntos, se plantean interrogantes de gran calado antropológico, que en la enseñanza diferenciada no son tan acuciantes: ¿cómo enseñar a los chicos y las chicas a ser lo que son, tratarse como tales, y comunicarse con admiración y respeto mutuos? ¿Cómo aprender a convivir y trabajar con personas del sexo opuesto? ¿Cómo combinar en la vida profesional la igualdad y la diferencia? ¿Qué exigencias de justicia dimanan de lo uno y de lo otro?

E) Ha sacudido, en fin, la conciencia de muchas mujeres, que se habían conformado con una situación objetivamente injusta, y las ha movido a reflexionar sobre su identidad y sus derechos, y a defenderlos. Y entre estas mujeres, beneficiadas por la agitación feminista, están sin duda las mujeres cristianas. Y ha promovido la solidaridad con mujeres oprimidas en todo el mundo, sobre todo en ámbito musulmán.

PPR

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